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Melissa Jeldes Directora Global Chile y directora asesora de Fundación Sustenta Pucón |
Los territorios con rica biodiversidad
pueden y deben ser el epicentro de innovaciones que anticipen un futuro más
verde y equitativo.
Chile, con sus diversos ecosistemas, desde
los desiertos más áridos hasta los glaciares antárticos, es un verdadero
laboratorio natural. Aún nos falta dimensionar las potencialidades inigualables
que aquello representa a distintos niveles y relevar el tremendo aporte que
contribuyen para la investigación y el desarrollo de tecnologías sostenibles de
impacto global.
En cada rincón remoto de nuestro planeta,
donde la biodiversidad se extiende con su majestuosidad, están emergiendo
ejemplos concretos y funcionales de cómo la innovación, arraigada en lo local,
puede generar avances significativos.
Los laboratorios naturales representan una
fusión de la comunidad, la cultura y la ciencia, todos convergiendo en entornos
que ofrecen condiciones únicas para la experimentación y el desarrollo de
soluciones sostenibles.
Porque cuando la innovación se inspira,
aprende y emerge de la naturaleza, alineándose con el ritmo y las necesidades
del ecosistema local, nos volvemos testigos de resultados inimaginables.
Hace 13 años gestiono estrategias y
ecosistemas de innovación y hace 4 años que lo hago desde una zona rural,
rodeada de un bosque que me incentivó a crear, desde aquí, Glocal, un fondo de
innovación que opera gracias a alianzas público-privadas y que invita a pensar
global innovando desde lo local, de manera descentralizada y sostenible.
Uno
de los ganadores de la última edición de Glocal en su versión Norpatagonia fue
Crioprotect, un revolucionario líquido antiheladas diseñado para proteger
grandes y pequeñas áreas de cultivo.
Este producto es el resultado de
investigaciones que combinan la utilización de microorganismos antárticos y
nanotecnología, desarrollado gracias al esfuerzo de científicos chilenos que
viajaron hasta el continente blanco para explorar las singulares potencialidades
de su biodiversidad.
Crioprotect no solo busca mitigar los
efectos devastadores de las heladas en la agricultura, sino que lo hace
respetando el equilibrio ecológico, proporcionando una solución sostenible que
armoniza el ingenio humano con la sabiduría inherente de la naturaleza.
Llevando estas reflexiones a un contexto
latinoamericano, en un reciente viaje al corazón del Amazonas, tuve el
privilegio de participar de un encuentro de innovación organizado por el
Ministerio de Producción de Perú. Este evento, era el cierre de uno de los
ciclos del programa InnovaSuyu - nombre inspirado de la palabra que en quechua
significa “región” -, que tiene por objetivo dinamizar los ecosistemas de
innovación y emprendimiento del país de forma descentralizada.
Durante esas jornadas de trabajo, no solo
compartimos la experiencia de Glocal desde Chile, sino que también observamos
el impacto transformador de dirigir recursos hacia áreas de baja densidad
poblacional pero ricas en biodiversidad.
InnovaSuyu ha movilizado a más de 3800
personas y ha acelerado 12 nuevos ecosistemas de innovación y emprendimiento en
el país vecino, en un esfuerzo sin precedentes de política pública para
fomentar conexiones y promover soluciones que respetan el patrimonio cultural
local y cumplen con los estándares globales de sostenibilidad.
Aunque los desafíos son evidentes, aquí
hay dos ejemplos de cómo los laboratorios naturales pueden evolucionar hacia
centros de innovación y desarrollo inclusivo, estableciendo modelos de trabajo
replicables en el resto de Sudamérica y el mundo.
Los territorios con rica biodiversidad pueden y deben ser el epicentro de innovaciones que anticipen un futuro más verde y equitativo con un enfoque que no solo ilumine el camino para futuras colaboraciones transcontinentales, sino que nos invite a considerar cómo podemos amplificar estas iniciativas que, desde rincones remotos del mundo, están reconfigurando el panorama global de la innovación y la sostenibilidad.
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