En su última Cuenta Pública, el presidente Boric, puso
sobre la mesa algo que muchos ya venían advirtiendo en silencio: en Chile,
tramitar permisos es una verdadera odisea.
Reconoció que es una traba seria para el desarrollo, y
prometió una reforma para reducir los tiempos entre un 30% y un 70%. Bien por
la intención, pero ojalá llegue antes de que se nos pasen las ganas de
invertir, construir y progresar.
Hoy, proyectos de toda escala, están empantanados, y
no por falta de recursos, ideas o voluntad.
Simplemente, nadie da el visto bueno, todo lo
contrario, pareciera ser que cualquiera puede frenar los proyectos por
cualquier capricho. Mientras tanto, los costos económicos y sociales se
acumulan.
Tomemos un caso emblemático: el nuevo Instituto
Nacional del Cáncer. Estuvo paralizado porque la autoridad ambiental pidió
jardines con técnicas japonesas, corredores biológicos y hábitat para insectos,
todo esto para el sector de Independencia.
No en Torres del Paine ni en una reserva natural, sino
en plena ciudad. Este tipo de exigencias rozan lo absurdo. ¿Cómo puede ser
posible que se frenen proyectos de tanto impacto por este tipo de prioridades?
Hay más ejemplos. La modernización de la Ruta 5 Norte,
al norte de La Serena, lleva más de una década estancada. En algunos tramos,
los estudios arqueológicos se han extendido por más de diez años por el
hallazgo de restos prehispánicos.
¿Valiosos? sí, me imagino, pero, ¿una década sin doble
vía por eso? En ese tiempo se podría haber desenterrado el Machu Pichu Chileno,
pero de estos “hallazgos ni las luces”.
Esta semana, más de 30 proyectos inmobiliarios
demandaron a Enel por demoras de hasta 18 meses, en las conexiones eléctricas.
El propio Ministerio de Vivienda reconoce retrasos de
14 meses en obras del Estado. A este ritmo, no hay planificación ni
inversionista que resista.
¿Cómo no podemos obligar a cumplir un estándar mínimo
a empresas que tienen un monopolio natural?
Es evidente la mala gestión política, mientras tanto inmobiliarias y
constructoras siguen quebrando, y las que quedan, con muy pocas ganas de
seguir.
Hay otros casos que parecen mitos urbanos, pero los he
escuchado de primera fuente. Un desarrollador en Santiago encontró un antiguo
jarrón de greda mientras excavaban. Al parecer nada distinto a los miles que se
encuentran en toda la zona central.
Sin embargo, por este hallazgo, la obra quedó detenida
por meses. En su desesperación, el dueño del proyecto propuso exhibirlo en el
hall del edificio, como gesto patrimonial…Nadie respondió. Un día simplemente
lo vinieron a buscar y el jarrón prehispánico desapareció, sin informe, sin
ceremonia, nada…. Pero el costo de la paralización de la obra quedó y su
proyecto terminó en rojo.
En Ñuñoa y Estación Central, hay edificios construidos
que por meses no pudieron obtener su recepción final, porque una vez
terminados, alguien decidió cambiar los criterios. ¿Cómo se puede construir con
un permiso aprobado y luego descubrir que no te van a dar la recepción final?
Así no se puede invertir ni menos desarrollar.
Ahora como guinda de la torta de permisología, en
Zapallar, un grupo de vecinos intenta frenar la apertura de un supermercado,
porque podría “alterar el estilo de vida local”.
Se entiende la
preocupación, pero para eso existen los planes reguladores y los concejos
municipales con todas sus instancias. Si los proyectos se aprueban conforme a
la norma, no puede ser que cualquiera con un megáfono los detenga. Es la receta
perfecta para la parálisis.
Mi recomendación, es que a todas esas personas que
tanto les preocupan sus comunidades y estilo de vida, puedan ejercer presión en
sus municipios, en las instancias previas a la aprobación de los planes
reguladores, no cuando las inversiones ya están hechas.
En adelante
sugiero que sigan apoyando al comercio local.
No les vaya a pasar como a un querido profesor de mi colegio, que
mientras construían un Mall cerca de nuestras casas, siempre se quejaba del
desarrollo y nos advertía a nosotros jóvenes estudiantes, que ese lugar “no era
el Mall sino que era el MAL” y adivinen dónde me lo encontré a dos semanas de
su inauguración.
Chile no necesita renunciar a la protección ambiental
ni a los estándares técnicos, tampoco planteo que no se respeten zonas típicas
o de valor patrimonial. Pero si
debiéramos estar todos de acuerdo en que se necesita con urgencia
proporcionalidad, respetar los marcos legales y agilizar los procesos.
La permisología infinita, puede secuestrar al desarrollo y ser caldo de cultivo para la corrupción. “Aprovechemos” la contingencia de las licencias médicas, para visibilizar este otro problema derivado de la burocracia, y que puede hacer tanto daño a la cultura de emprendimiento en nuestro país.

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