Con el nuevo ciclo político en Chile, el proyecto de la reducción a 40 horas de la jornada de trabajo ha vuelto a ser tratado en los medios de comunicación. Cuando dicho proyecto comenzó a tomar participación en la discusión pública el año 2019, el contexto del país era muy distinto.
En ese entonces parecía ser que lo
s promotores de
dicho proyecto lo fundamentaban exclusivamente en lo beneficioso de la mejora
en calidad de vida del trabajador, dado que esta regulación liberaría tiempo
para compartir con la familia, para el ocio, el aire libre y otras actividades
muy valiosas para las personas. Sin embargo, faltaba que los promotores del
proyecto presentaran los eventuales impactos que su aplicación podría tener en
el ecosistema productivo del país.
Desde entonces, hemos visto cómo las opiniones de los
expertos en materias económicas han sido denostadas e ignoradas, siendo la
discusión y tramitación de sucesivos retiros de fondos de las AFP los casos más
emblemáticos. Por lo mismo, es esperable que la evaluación de los posibles
impactos económicos brille por su ausencia en la discusión política de la
jornada de 40 horas laborales. Sin embargo, hay que hacer todos los esfuerzos
por instalar dichos argumentos sobre la mesa.
Los eventuales impactos para algunas empresas,
sobretodo Pymes, son muchos. Para poner un ejemplo simple, una planta
productiva que funciona 24 horas al día en turnos va a necesitar a más personal
para atender a los mismos pedidos, aumentando sus costos para mantener su
producción.
Con una economía muy desafiada, con alta inflación y
un escenario internacional muy volátil, es deseable que un proyecto de estas
características estudie los efectos en todas las dimensiones del entorno
productivo del país, y que contemple medidas paliativas sobre los efectos
negativos que puedan producir, como son el aumento de costo laboral, junto a
una aplicación gradual que permita a las empresas adaptarse al cambio.
Esta adaptación tiene que ver con mejorar la
productividad laboral, es decir, la capacidad de producción por empleado en una
unidad de tiempo.
La productividad laboral en Chile es la 2da mayor de
América Latina después de Uruguay (The Conference Board, 2019). Sin embargo,
estamos lejos de países desarrollados: nuestra productividad laboral alcanza sólo
un 44% de la de EEUU.
El diagnóstico está claro ya hace algunos años;
Mckinsey (IRADE 2013) concluyó que además de las limitantes estructurales a
nivel país, las mayores brechas están en la baja eficiencia operacional por la
reducida adopción de prácticas avanzadas de gestión.
En las diversas empresas que SAWA cuenta como
clientes, hemos observado que existe una enorme dispersión de productividad
entre trabajadores con un mismo rol. Mientras más grande el grupo humano, más
marcada la dispersión.
A nuestro juicio, una parte importante de estas
diferencias tiene que ver con la actitud, esfuerzo y dedicación al trabajo que
estas personas invierten, es decir, su motivación y compromiso. ¿Cómo reducir
la diferencia entre los colaboradores con altos rendimientos y los de
rendimientos medios que componen aproximadamente al 80% de la población
laboral? Una de las estrategias para reducir estas brechas son los programas de
incentivos y reconocimiento.
En países como Estados Unidos, incentivos y
reconocimientos son utilizadas por la gran mayoría de las empresas. Ya en 2015,
84% de las organizaciones de ese país los utilizaban, invirtiendo 90 mil
millones de USD anuales, es decir, aproximadamente 0,5% del PIB del país
(Incentive Marketplace Estimate Research Study, 2016).
Los programas de incentivos y reconocimiento son
acciones sistematizadas que logran mejorar la productividad laboral al ayudar a
alinear a una organización hacia los resultados que más aportan a la última
línea, a partir de la motivación de las personas, lo que a su vez resulta
entretenido y satisfactorio para los trabajadores.
Los refuerzos positivos sobre conductas deseables y
resultados medibles, mediante incentivos y reconocimientos de diversos tipos,
comunicación segmentada, personalizada y oportuna, elementos de gamification
que hagan del trabajo más motivador y entretenido, junto a análisis de
resultados para iterar y corregir las acciones, son algunas de las prácticas
que pueden adoptar en las compañías para que la satisfacción y calidad de vida
de los colaboradores incida efectivamente en la productividad laboral.
Independiente de si la iniciativa de reducción de jornada laboral prospera o no, es importante que este tipo de prácticas avanzadas sean adquiridas progresivamente por las organizaciones chilenas para poder acortar la brecha que hoy tenemos con economías más desarrolladas. Será más urgente si la jornada laboral se reduce, pero ésta es sólo una más de las presiones competitivas a la que se enfrentan las empresas chilenas.
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