La región de América Latina y el Caribe marcará una contracción de -7,7% en 2020, pero tendrá una tasa de crecimiento positiva de 3,7% en 2021, debido principalmente a un rebote estadístico que, sin embargo, no alcanzará para recuperar los niveles de actividad económica pre-pandemia del coronavirus (en 2019), indicó hoy la CEPAL en un nuevo informe.
La CEPAL dio a conocer su Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el
Caribe 2020, uno de los principales reportes anuales del organismo de las
Naciones Unidas, en una conferencia de prensa virtual ofrecida por su
Secretaria Ejecutiva, Alicia Bárcena.
Según el documento de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en un contexto de contracción global, América Latina y el Caribe es la región más golpeada del mundo en desarrollo por la crisis derivada del COVID-19.
En la década previa a la pandemia la
región mostraba una trayectoria de bajo crecimiento y en 2020 enfrenta una
combinación de choques negativos de oferta y demanda sin precedentes, lo que se
traduce en la peor crisis económica de los últimos 120 años.
Si bien los importantes esfuerzos fiscales y monetarios realizados por los países han permitido mitigar los efectos de la crisis, las consecuencias económicas y sociales de la pandemia han sido exacerbadas por los problemas estructurales que la región arrastra históricamente.
Para el año 2021 se espera una tasa de crecimiento del PIB
positiva que refleja fundamentalmente un rebote estadístico, pero la recuperación
del nivel de producto interno bruto (PIB) pre crisis será lenta y se alcanzaría
recién hacia el año 2024.
“La dinámica del crecimiento en 2021 está sujeta a una alta incertidumbre relacionada con el riesgo de rebrotes de la pandemia, de la agilidad para producir y distribuir las vacunas y de la capacidad para mantener los estímulos fiscales y monetarios para apoyar la demanda agregada y a los sectores productivos. Avanzar en un crecimiento sostenible e inclusivo requiere de una transformación productiva hacia sectores ambientalmente sostenibles, que favorezcan la generación de empleo y la innovación tecnológica”, señaló Alicia Bárcena.
Las debilidades y brechas estructurales históricas de la región, su limitado espacio fiscal, la desigualdad, la escasa cobertura y acceso a la protección social, la elevada informalidad laboral, la heterogeneidad productiva y la baja productividad son centrales para entender el alcance de los efectos de la pandemia en las economías de la región, sus dificultades para implementar políticas que mitiguen estos efectos y los desafíos a la hora de emprender una reactivación económica sostenible e inclusiva.
Antes de la pandemia la región ya mostraba un bajo crecimiento económico: en promedio un 0,3% en el sexenio 2014-2019, y específicamente en 2019 una tasa de 0,1%. Con la llegada de la pandemia, se sumaron a ese bajo crecimiento económico los choques externos negativos y la necesidad de implementar políticas de confinamiento, distanciamiento físico y cierre de actividades productivas, lo que hizo que la emergencia sanitaria se materializara en la peor crisis económica, social y productiva que ha vivido la región.
La contracción de la actividad económica ha venido acompañada de un aumento significativo de la tasa de desocupación, que se prevé en torno al 10,7% en 2020, una profunda caída de la participación laboral y un incremento considerable de la pobreza y la desigualdad.
De acuerdo con las proyecciones entregadas por el
organismo de las Naciones Unidas, América del Sur se contraería -7,3% en 2020 y
crecería 3,7% en 2021; América Central caería -6,5% en el presente período y se
expandiría 3,8% el próximo año; mientras que El Caribe anotaría una contracción
de -7,9% en 2020 y un crecimiento de 4,2% en 2021.
El documento de la CEPAL enfatiza que para evitar que
la región persista en su dinámica de bajo crecimiento se requiere de políticas
fiscales y monetarias expansivas junto con políticas ambientales e
industriales, que permitan las transformaciones estructurales que la región
necesita y promuevan un desarrollo sostenible.
Plantea la necesidad de priorizar el gasto para la
reactivación y transformación económica y social mediante el fomento de la
inversión intensiva en empleo y ambientalmente sostenible en sectores
estratégicos; extender el ingreso básico a personas en situación de pobreza;
otorgar financiamiento a micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES);
entregar incentivos al desarrollo productivo, revolución digital para la
sostenibilidad y tecnologías limpias; y universalizar los sistemas de
protección social.
Se argumenta que más allá de los esfuerzos nacionales, la reactivación y la transformación económica de la región requerirán de financiamiento y cooperación internacional. En este ámbito, enfatiza la necesidad de utilizar instrumentos como la emisión y reasignación de los Derechos Especiales de Giro (DEGs) del Fondo Monetario Internacional para fortalecer las reservas de los países de la región y los acuerdos regionales; incluir a los países de renta media vulnerables en la iniciativa de moratoria de deuda del G-20 (DSSI, por sus siglas en inglés) y además poner en práctica el canje de deuda por adaptación al cambio climático en el caso del Caribe junto con la creación de un fondo de resiliencia; y capitalizar las instituciones de crédito multilaterales, regionales y nacionales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario